Ella estaba sola, más sola de lo que podría nadie imaginarse. Lo ocultaba tras sonrisas falsas y risas amargas, mientras por dentro lloraba ríos de lágrimas día tras día. Pero entonces...entonces apareció él, el que ella consideró su salvador, el que le sacaría de sus tinieblas para hacerla feliz como tanto había deseado desde que le habían roto el corazón en mil pedazos.
Empezaron a intimar y él la trataba como una princesa del mejor cuento de hadas que se hubiese escrito. Comenzó a reconstruir su corazón roto consiguiendo que volviera a latir, pero esta vez por él, por su nuevo amado.
Él comenzó a ser su vida, todo lo demás le daba igual, solo quería pasar los días a su lado, besándole, abrazándole, dándole todo el amor que se encontraba en su interior, sin mentiras, sin dolor...todo era absolutamente maravilloso.
Pero entonces, un día él cambió, sin entender ella cómo ni por qué, pero cambió. Ella no paraba de pensar que había hecho algo mal, que había cometido un error con su amado, aunque intentaba hacerlo todo lo mejor posible...dio igual, porque él ya nunca volvió a ser el mismo.
Los días tornaron completamente distintos a los que ya habían vivido, él comenzó a ser frío con ella, a darle largas para no verla incluso. La muchacha no entendía nada, sólo sentía un dolor incalculable en el pecho por el vacío que su amado le hacía cada día más pronunciado.
Finalmente todo terminó. Tras tiempo sin verse ante las largas que él le ponía siempre hablaron, y todo acabó. Ella se quedó completamente destrozada. No entendía nada, le amaba, quería estar con él, no podía creer que ya no fuese a volver a verlo ni a sentir su calor.
Ahora ella solo sentía dolor, un dolor que le oprimía el pecho y causaba horas y horas de llantos inconsolables que quedaban escondidos en la intimidad de su habitación. Se le quitaron las ganas de todo, de estudiar, de comer, de salir...de vivir.
Pasaba el tiempo y seguía abatida por el dolor, sin poder levantar cabeza, por lo que se dio cuenta de que su vida había llegado a su fin con aquella relación.
Se vistió por última vez, cogió una fuerte cuerda y se dirigió al campo más cercano de madrugada, para que nadie pudiera detenerla. Cuando encontró un árbol con las ramas fuertes y poco iluminado lanzó la cuerda por encima de una de sus ramas y la ató a esta, dejando el otro extremo colgado. Se subió a un trozo de madera que encontró, colocó la cuerda alrededor de su cuello y sin pensarlo ni un instante saltó.
Al día siguiente lo encontraron allí, colgado, aquel cuerpo sin vida pero con una sonrisa en el rostro. Al fin era libre y su dolor había terminado. Al fin estaba tan muerta por fuera como ella se sentía por dentro desde que aquel muchacho le destrozó el corazón.
"On Abatar Ura Masarakato On-Gataru"
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