Otro día más comenzó nuevamente inundando de luz la habitación de él como cada mañana, solo que esa mañana despertó con una sonrisa en su rostro que solo el recuerdo del día anterior podía causarle.
Inmediatamente se levantó de la cama y fue directo hacia su mesa, sobre la cual se encontraba su tablón de corcho, y en éste se encontraba pinchado el papel que en ese momento era el bien más preciado de toda aquella habitación para él.
Tras mirar el reloj y comprobar lo tarde que era se preparó y salió corriendo de casa para llegar a tiempo a clase.
Ya era viernes, por lo que tenía pocas horas de clase, asique al terminar estuvo haciendo tiempo hasta que al fin llegó el momento de ir a ver a quien le alegraba los días con su simple presencia.
Al llegar al parque, como siempre, ella estaba allí, esperándole apoyada en la varandilla, y él inevitablemente se quedó unos instantes observando su belleza desde la distancia, hasta que finalmente se acercó a ella con una sonrisa en el rostro y comenzaron a hablar como siempre.
Aquel día él había llevado una baraja de cartas ya que hacía un sol espléndido, y como él había planeado se tumbaron en el césped a jugar a las cartas disfrutando del magnífico tiempo que hacía.
Pasaron las horas y no se dieron ni cuenta de que ya no jugaban, charlaban y se reían a la luz del sol, si no que lo hacían alumbrados por las farolas, entonces recogieron, se levantaron, y tras un largo abrazo que para ambos fue solo como un segundo, se despidieron.
Él, como siempre, tras acompañarla el tramo de cada día, se quedó observando cómo se alejaba por la calle hasta que desaparecía, y luego tomaba el camino hacia su casa sin dejar de pensar en su preciosa amiga.
"On Abatar Ura Masarakato On-Gataru"
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