jueves, 3 de mayo de 2012

Sueños que ojalá se cumplieran (mini relato)

Acababa de llegar a casa, sola, apenada, sin ganas de nada, asique decidió ponerse el pijama, meterse en la cama y quedarse ahí todo lo que quedaba de día, durmiendo entre lágrimas y tristeza. Se puso el pijama y se metió en la cama sin pensarlo un segundo más, dejando todo lo que traía en la silla, ya que no era el mejor momento para ponerse a ordenar. Como de costumbre puso una serie en el ordenador, simplemente para que no hubiese un silencio absoluto en la habitación y para que, si tenía mucha suerte, consiguiese distraerla algo. Tras una hora metida en la cama, tapada completamente con la colcha, y sin ser capaz de dejar de llorar al fin se quedó dormida. Su sueño no fue perturbado hasta dos horas y media después, que oyó que algo se caía en la cocina y la despertó. De pronto se acordó del sueño tan maravilloso que había tenido. No podía creérlo, nunca recordaba lo que soñaba, pero aquel si, el sueño que detuvo sus lágrimas y que consiguió que sonriera al recordarlo si. Sin esperar un instante más se levantó rápidamente de la cama y cogió papel y bolígrafo, tras lo cual se sentó en la mesa. Quería plasmar aquel sueño en papel para que nunca se le olvidase, asique comenzó a redactarlo: "Me despertaba por la mañana temprano y él estaba ahí, a mi lado, durmiendo abrazado a mi, sin ningún tipo de tela que separase nuestros cuerpos ni un milímetro, era una sensación maravillosa... Sin poder evitarlo me quedaba mirándole durante varios minutos, sonriendo ampliamente. Me levantaba lentamente para no despertarle, me vestía con lo primero que pillaba e iba a la cocina. Abría la nevera y tenía fresas con una pinta inmejorable, asique las cogía, las picaba y las mezclaba con azúcar. Después cogía la bandeja y dos boles, echaba fresas en ambos y volvía a la habitación con la badeja en la mano. Al abrir la puerta de la habitación él ya se había despertado, y al verme entrar me sonrió con esa sonrisa que siempre ha iluminado hasta el más oscuro rincón de mi mundo, haciendo que yo también sonriera. Me acercaba a la cama sin poder dejar de sonreir y colocaba la bandeja ante él para que cogiera uno de los dos boles de fresas y desayunáramos juntos en la cama. Al ver las fresas me daba un tierno beso lo primero, y luego cogía un bol y se las comía diciéndome lo buenas que me habían quedado mientras yo me comía las mías. Me sentía tan feliz..." Al terminar de escribir una tristeza invadió a la chica, porque se dió cuenta de que él no estaba allí con ella, y de que todo aquello que había soñado no podría hacerse realidad, entonces no pudo evitarlo. Se levantó rápidamente de la silla, dobló la hoja en la que había escrito su sueño y la guardó en la cartera. Miró la hora y calculó rápidamente que tenía apenas un par de horas. Compró un billete sólo de ida por internet, se duchó, se arregló, hizo la maleta y llamó a un taxi que la dejó en la estación, y desde allí, mientras esperaba el autobús que la llevaría junto a él le llamó, y solo le hizo falta pronunciar las siguientes palabras para que su enamorado supiese lo que iba a hacer: "Te veo a las diez".

"On Abatar Ura Masarakato On-Gataru"

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